PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 4 VERSOS 1 AL 34

 PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 4 VERSOS 1 AL 34

Se enumeran los oficiales de la corte

de Salomón — Salomón gobierna

en paz y en prosperidad sobre un

reino extenso — Su sabiduría y

prudencia exceden a las de todos

los hombres.

Y EL rey Salomón fue rey sobre

todo Israel.

2 Y éstos fueron los oficiales

que tuvo: Azarías hijo de Sadoc,

el sacerdote;

3 Elihoref y Ahías, hijos de Sisa,

a escribas; Josafat hijo de Ahilud,

b cronista;

4 Benaía hijo de Joiada estaba

sobre el ejército; y Sadoc y Abia-

tar eran los sacerdotes;

5 Azarías hijo de Natán estaba

sobre los gobernadores; y Zabud

hijo de Natán era ministro prin-

cipal y amigo del rey;

6 y Ahisar era mayordomo; y

Adoniram hijo de Abda estaba

a sobre el tributo laboral.

7 Y tenía Salomón doce gober-

nadores sobre todo Israel, los

cuales a mantenían al rey y a su

casa. Cada uno de ellos estaba

obligado a abastecerle durante

un mes en el año.

8 Y éstos son los nombres de

ellos: el hijo de Hur, en los mon-

tes de Efraín;

9 el hijo de Decar, en Macaz, y

en Saalbim, y en Bet-semes y en

Elónbet-hanán;

10 el hijo de Hesed, en Arubot;

éste tenía también Soco y toda la

tierra de Hefer.

11 El hijo de Abinadab, en to-

dos los territorios de Dor; éste

tenía por esposa a Tafat, hija de

Salomón;

12 Baana hijo de Ahilud, en

Taanac y Meguido, y en toda

Bet-seán, que está cerca de Sare-

tán, más abajo de Jezreel, desde

Bet-seán hasta Abel-mehola, y

hasta el otro lado de Jocmeam;

13 el hijo de Geber, en Ramot

de Galaad; éste tenía también

las ciudades de Jair hijo de Ma-

nasés, las cuales estaban en Ga-

laad; tenía también la provincia

de Argob, que estaba en Basán,

sesenta grandes ciudades con

muro y cerrojos de bronce;

14 Ahinadab hijo de Iddo, en

Mahanaim;

15 Ahimaas en Neftalí; éste

tomó también por esposa a Ba-

semat, hija de Salomón.

16 Baana hijo de Husai, en Aser

y en Alot;

17 Josafat hijo de Parúa, en

Isacar;

18 Simei hijo de Ela, en

Benjamín;

19 Geber hijo de Uri, en la tierra

de Galaad, la tierra de Sehón, rey

de los amorreos, y de Og, rey de

Basán; éste era el único goberna-

dor en aquella tierra.

20 Judá e Israel eran tan nume-

rosos como la a arena que está

junto al mar en multitud, y co-

mían y bebían y se alegraban.

21 Y Salomón gobernaba so-

bre todos los reinos, desde a el

Río hasta la tierra de los filisteos

y hasta el límite con Egipto; y

le traían presentes, y sirvieron

a Salomón todos los días de su

vida.

22 Y las a provisiones de Salo-

món para cada día eran treinta

coros de flor de harina, y sesenta

coros de harina,

23 diez bueyes engordados, y

veinte bueyes de pasto y cien

ovejas, sin contar los ciervos, y

las gacelas, y los corzos y las aves

engordadas.

24 Porque él señoreaba en toda

la región que estaba al oeste del

Río, desde Tifsa hasta Gaza, sobre

todos los reyes al oeste del Río;

y tuvo a paz por todos lados a su

alrededor.

25 Y Judá e Israel vivieron segu-

ros, cada uno debajo de su a parra

y debajo de su higuera, desde

Dan hasta Beerseba, todos los

días de Salomón.

26 Además de esto, Salomón

tenía cuarenta mil caballos en

sus caballerizas para sus carros,

y doce mil jinetes.

27 Y estos gobernadores man-

tenían al rey Salomón y a todos

los que venían a la mesa del rey

Salomón, cada uno un mes, y ha-

cían que nada faltase.

28 Hacían también traer cebada

y paja para los caballos y para las

bestias de carga, al lugar donde

él estaba, cada uno conforme al

encargo que tenía.

29 Y Dios a dio a Salomón b sa-

biduría y c entendimiento muy

grandes, y grandeza de corazón

como la arena que está a la orilla

del mar.

30 Y la sabiduría de Salomón

fue mayor que la de todos los

hijos del oriente, y que toda la

sabiduría de los de Egipto.

31 Y fue más sabio que todos

los hombres, más que Etán, el

ezraíta, y que Hemán y Calcol y

Darda, hijos de Mahol; y su fama

fue conocida entre todas las na-

ciones de alrededor.

32 Y compuso tres mil a prover-

bios y mil cinco cantares.

33 También disertó acerca de

los árboles, desde el cedro del

Líbano hasta el hisopo que nace

en la pared. Asimismo disertó

acerca de los animales, y de las

aves, y de los reptiles y de los

peces.

34 Y venían de todos los pueblos

para oír la sabiduría de Salomón,

y de parte de todos los a reyes de

la tierra que habían oído de su

sabiduría.


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PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 3 VERSOS 1 AL 28

 PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 3

VERSOS 1 AL 28

Salomón ama a Jehová y guarda

Sus mandamientos — Jehová se

le aparece a Salomón y le promete

un corazón sabio y entendido —

Salomón juzga entre dos rameras

y determina quién es la madre de

un niño.

Y SALOMÓN hizo a parentesco con

Faraón, rey de Egipto, porque

tomó a la hija de b Faraón y la

trajo a la ciudad de David, mien-

tras acababa de edificar su c casa,

y la casa de Jehová y los d muros

alrededor de Jerusalén.

2 Hasta entonces el pueblo sa-

crificaba en los lugares altos, por-

que en aquellos días no había

aún a casa edificada al nombre

de Jehová.

3 Y Salomón amó a Jehová y

anduvo en los estatutos de su

padre David; solamente a sacrifi-

caba y quemaba incienso en los

lugares altos.

4 E iba el rey a a Gabaón, porque

aquél era el lugar alto principal,

y sacrificaba allí. Salomón ofre-

cía mil holocaustos sobre aquel

altar.

5 Jehová se le a apareció a Sa-

lomón en Gabaón una noche en

b sueños y le dijo Dios: c Pide lo

que quieras que yo te dé.

6 Y Salomón dijo: Tú hiciste

gran misericordia a tu siervo

David, mi padre, porque él an-

duvo delante de ti en verdad, y

en justicia y en rectitud de co-

razón para contigo; y tú le has

guardado ésta tu gran misericor-

dia al darle un hijo que se sen-

tase en su trono, como sucede en

este día.

7 Ahora pues, oh Jehová, Dios

mío, tú has hecho a tu siervo rey

en lugar de David, mi padre; y

yo soy muy a joven, y no sé cómo

entrar ni salir.

8 Y tu siervo está en medio de

tu pueblo al que tú escogiste;

un pueblo grande que no se

puede contar ni a numerar por

su multitud.

9 Da, pues, a tu siervo a corazón

con entendimiento para juzgar a

tu pueblo, para b discernir entre lo

bueno y lo malo, porque, ¿quién

podrá gobernar a este pueblo

tuyo tan grande?

10 Y le agradó al Señor que Sa-

lomón pidiese esto.

11 Y le dijo Dios: Porque has pe-

dido esto, y no has pedido para ti

muchos días, ni has pedido para

ti a riquezas ni has pedido la vida

de tus enemigos, sino que has pe-

dido para ti b entendimiento para

discernir juicio,

12 he aquí, he hecho conforme

a tus palabras. He aquí que te

he dado un corazón a sabio y

entendido, tanto que no ha ha-

bido antes de ti otro como tú, ni

después de ti se levantará otro

como tú.

13 Y también te he dado las

cosas que no pediste, tanto ri-

quezas como gloria, de tal ma-

nera que entre los reyes no

habrá ninguno como tú en todos

tus días.

14 Y si a andas en mis caminos,

guardando mis estatutos y mis

mandamientos, como anduvo

tu padre David, yo alargaré tus

días.

15 Y cuando Salomón despertó,

vio que había sido un a sueño. Y

fue a Jerusalén y se presentó de-

lante del arca del convenio de

Jehová; y ofreció b holocaustos

e hizo ofrendas de paz, y tam-

bién hizo banquete a todos sus

siervos.

16 En aquel tiempo vinieron

al rey dos mujeres rameras, y se

presentaron delante de él.

17 Y dijo una de ellas: ¡Ah, se-

ñor mío! Yo y esta mujer vivimos

en la misma casa, y yo di a luz

estando con ella en la casa.

18 Y aconteció al tercer día des-

pués que yo di a luz, que ésta

dio a luz también, y estábamos

juntas; ningún extraño estaba

en casa, sino nosotras dos en la

casa.

19 Y una noche el hijo de esta

mujer murió, porque ella se

acostó sobre él.

20 Y se levantó a mediano-

che, y tomó a mi hijo de junto

a mí, mientras tu sierva es-

taba durmiendo, y lo puso a su

lado, y puso a mi lado a su hijo

muerto.

21 Y cuando yo me levanté de

madrugada para dar el pecho

a mi hijo, he aquí que estaba

muerto; pero lo observé por la

mañana y vi que no era mi hijo,

el que yo había dado a luz.

22 Entonces la otra mujer dijo:

No, mi hijo es el que vive, y tu

hijo es el muerto. Y la otra volvió

a decir: No, tu hijo es el muerto,

y mi hijo es el que vive. Así ha-

blaban delante del rey.

23 El rey entonces dijo: Ésta

dice: Mi hijo es el que vive, y tu

hijo es el muerto; y la otra dice:

No, el tuyo es el muerto, y mi hijo

es el que vive.

24 Y dijo el rey: Traedme una

espada. Y trajeron al rey una

espada.

25 En seguida el rey dijo: Par-

tid en dos al niño vivo, y dad la

mitad a la una, y la otra mitad

a la otra.

26 Entonces la mujer de quien

era el hijo vivo habló al rey (por-

que sus entrañas se conmovieron

por su hijo), y dijo: ¡Ah, señor

mío! Dad a ésta el niño vivo, y

no lo matéis. Pero la otra dijo: Ni

a mí ni a ti; partidlo.

27 Entonces el rey respondió y

dijo: Dad a aquélla el hijo vivo, y

no lo matéis; ella es su madre.

28 Y todo Israel oyó aquel juicio

que había dado el rey; y a temie-

ron al rey, porque vieron que ha-

bía en él sabiduría de Dios para

juzgar.

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PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 2 VERSOS 1 AL 46

 PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 2 VERSOS 1 AL 46

David manda a Salomón guardar

los mandamientos y andar en los

caminos de Jehová — El rey David

muere y Salomón reina — Se da

muerte a Adonías, Joab y Simei —

Abiatar es rechazado como sumo

sacerdote — Se establece el reino

con Salomón.

Y LLEGARON los días en que Da-

vid había de morir, y mandó a

a Salomón, su hijo, diciendo:

2 Yo sigo el a camino de toda la

tierra; esfuérzate y sé b hombre.

3 Guarda el encargo de Jehová

tu Dios, a andando en sus cami-

nos, y observando sus estatutos

y sus mandamientos, y sus de-

cretos y sus testimonios, de la

manera que está escrito en la ley

de Moisés, para que b prosperes

en todo lo que hagas y en todo

lo que emprendas;

4 para que confirme Jehová la

palabra que me habló, diciendo:

Si tus hijos a guardan su camino,

andando delante de mí con ver-

dad, con todo su b corazón y con

toda su alma, jamás, dice, te fal-

tará un descendiente en el trono

de Israel.

5 Y ya sabes tú lo que me ha he-

cho a Joab hijo de Sarvia, y lo que

hizo a dos generales del ejército

de Israel, a b Abner hijo de Ner y

a c Amasa hijo de Jeter, a los cua-

les él mató, derramando sangre

de guerra en tiempo de paz, y

poniendo sangre de guerra en

el cinturón que tenía sobre sus

lomos, y en el calzado que tenía

en sus pies.

6 Tú, pues, harás conforme a tu

sabiduría; no dejarás descender

en paz sus canas al a Seol.

7 Pero a los hijos de a Barzilai,

el galaadita, harás misericordia,

que sean de los convidados a tu

mesa, porque así vinieron a mí

cuando iba huyendo de Absalón

tu hermano.

8 Y he aquí, tienes contigo a

a Simei hijo de Gera, hijo de Ben-

jamín, de Bahurim, quien me mal-

dijo con una maldición fuerte el

día en que yo iba a Mahanaim.

Pero él mismo descendió a reci-

birme al Jordán, y yo le juré por

Jehová, diciendo: Yo no te mataré

a espada.

9 Pero ahora no lo absolverás,

pues hombre sabio eres, y sabes

lo que debes hacer con él, y harás

descender sus canas con sangre

al Seol.

10 Y David durmió con sus pa-

dres y fue sepultado en la ciudad

de David.

11 Los días que a reinó David

sobre Israel fueron cuarenta

años: siete años reinó en He-

brón, y treinta y tres años reinó

en Jerusalén.

12 Y se sentó Salomón en el

trono de David, su padre, y su

reino fue firme en gran manera.

13 Entonces Adonías hijo de

Haguit fue a Betsabé, madre de

Salomón; y ella le dijo: ¿Es tu

venida de paz? Y él respondió:

Sí, de paz.

14 En seguida dijo: Una pala-

bra tengo que decirte. Y ella dijo:

Di.

15 Y él dijo: Tú sabes que el

a reino era mío y que todo Israel

había puesto en mí su mirada

para que yo reinara; pero el reino

fue traspasado, y vino a ser de mi

hermano, porque por voluntad

de Jehová era suyo.

16 Y ahora yo te hago una peti-

ción; no me la niegues. Y ella le

dijo: Habla.

17 Él entonces dijo: Yo te ruego

que hables al rey Salomón (por-

que él no te lo negará), para que

me dé a a Abisag, la sunamita,

por esposa.

18 Y Betsabé dijo: Bien; yo ha-

blaré por ti al rey.

19 Y fue Betsabé al rey Salomón

para hablarle por Adonías. Y el

rey se levantó a recibirla, y se in-

clinó ante ella, y volvió a sentarse

en su trono, e hizo poner una si-

lla para la madre del rey, quien

se sentó a su diestra.

20 Y ella dijo: Te hago una pe-

queña petición; no me la niegues.

Y el rey le dijo: Pide, madre mía,

que yo no te la negaré.

21 Y ella dijo: Que se le dé a

Abisag, la sunamita, por esposa

a tu hermano Adonías.

22 Y el rey Salomón respondió

y dijo a su madre: ¿Por qué pi-

des a Abisag, la sunamita, para

Adonías? Pide también para él el

reino, porque él es mi a hermano

mayor, y ya tiene también al

sacerdote b Abiatar y a Joab hijo

de Sarvia.

23 Y el rey Salomón juró por Je-

hová, diciendo: Así me haga Dios

y aun me añada, que contra su

propia vida ha hablado Adonías

esta palabra.

24 Ahora, pues, vive Jehová,

quien me ha confirmado y me ha

puesto sobre el trono de David,

mi padre, y quien me ha hecho

una casa como me lo había dicho,

que Adonías morirá hoy.

25 Entonces el rey Salomón en-

vió a a Benaía hijo de Joiada, el que

arremetió contra él y murió.

26 Y al sacerdote a Abiatar dijo el

rey: Vete a Anatot, a tus campos,

pues tú eres digno de muerte;

pero no te mataré hoy, por cuanto

has llevado el arca de Jehová el

Señor delante de David, mi pa-

dre, y además has sido afligido

en todas las cosas en las que fue

afligido mi padre.

27 Así echó Salomón a Abiatar

del sacerdocio de Jehová, para

que se a cumpliese la palabra de

Jehová que había dicho en Silo

sobre la casa de Elí.

28 Y llegó la noticia hasta Joab,

porque también Joab se había

adherido a Adonías, aunque no

se había adherido a Absalón. Y

huyó Joab al a tabernáculo de Je-

hová y se asió de los b cuernos

del altar.

29 Y se le hizo saber a Salo-

món que Joab había huido al

tabernáculo de Jehová, y que

estaba junto al altar. Entonces

envió Salomón a Benaía hijo de

Joiada, diciendo: Ve y arremete

contra él.

30 Y entró Benaía en el taber-

náculo de Jehová y le dijo: El rey

ha dicho que salgas. Y él dijo: No,

sino que aquí moriré. Y Benaía

volvió con esta respuesta al rey,

diciendo: Así habló Joab y así me

respondió.

31 Y el rey le dijo: Haz como

él ha dicho; mátalo y entiérralo,

y quita de mí y de la casa de mi

padre la a sangre que Joab ha de-

rramado injustamente.

32 Y Jehová hará caer su sangre

sobre su cabeza, porque él ha

dado muerte a dos hombres más

justos y mejores que él, a los cua-

les mató a espada sin que mi pa-

dre David supiese nada: a Abner

hijo de Ner, general del ejército

de Israel, y a Amasa hijo de Jeter,

general del ejército de Judá.

33 La sangre, pues, de ellos

recaerá sobre la cabeza de Joab

y sobre la cabeza de su descen-

dencia para siempre; pero sobre

David y sobre su descendencia,

y sobre su casa y sobre su trono,

habrá paz perpetua de parte de

Jehová.

34 Entonces Benaía hijo de

Joiada subió, y arremetió contra

él y lo mató; y fue sepultado en

su casa en el desierto.

35 Y el rey puso en su lugar a

Benaía hijo de Joiada sobre el ejér-

cito, y el rey puso a a Sadoc como

sacerdote en lugar de Abiatar.

36 Después envió el rey e hizo

llamar a a Simei y le dijo: Edifícate

una casa en Jerusalén y mora ahí,

y no salgas de allí ni a una parte

ni a otra,

37 porque ten por cierto que

el día en que salgas y pases el

torrente Cedrón, sin duda mo-

rirás, y tu sangre caerá sobre tu

cabeza.

38 Y Simei dijo al rey: La palabra

es buena; como el rey mi señor

ha dicho, así lo hará tu siervo. Y

habitó Simei en Jerusalén mu-

chos días.

39 Y aconteció que pasados tres

años, dos siervos de Simei huye-

ron a a Aquis hijo de Maaca, rey

de Gat. Y dieron aviso a Simei,

diciendo: He aquí que tus siervos

están en Gat.

40 Entonces se levantó Simei y

ensilló su asno y fue a Gat a ver

a Aquis, a buscar a sus siervos.

Fue, pues, Simei y trajo sus sier-

vos de Gat.

41 Se le dijo luego a Salomón

que Simei había ido de Jerusalén

hasta Gat y que había vuelto.

42 Entonces el rey envió e hizo

venir a Simei, y le dijo: ¿No te

hice jurar yo por Jehová y te ad-

vertí, diciendo: El día en que sal-

gas y vayas acá o allá, ten por

cierto que morirás? Y tú me di-

jiste: La palabra es buena; yo la

obedezco.

43 ¿Por qué, pues, no guardaste

el juramento de Jehová ni el man-

damiento que yo te impuse?

44 Dijo además el rey a Simei:

Tú sabes todo a el mal, el cual tu

corazón bien sabe que cometiste

contra mi padre David; Jehová,

pues, ha hecho recaer el mal so-

bre tu cabeza.

45 Y el rey Salomón será ben-

dito, y el trono de David será

firme perpetuamente delante de

Jehová.

46 Entonces el rey mandó a Be-

naía hijo de Joiada, quien salió y

arremetió contra él y a murió. Y el

reino fue confirmado en manos

de Salomón.

Fuente: Publicada en los Estados Unidos de América

/2009

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PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPÍTULO 1 VERSOS 1 AL 53

 PRIMER LIBRO DE LOS REYES

CAPÍTULO 1 VERSOS 1 AL 53 

Abisag abriga a David en su ve-

jez — Adonías aspira a ser rey —

Betsabé y Natán avisan a David

del complot de Adonías — David

nombra rey a Salomón y éste es

ungido por Sadoc — La causa de

Adonías fracasa.

a Y

EL rey David ya era viejo

y entrado en años, y le cu-

brían de ropas, pero no entraba

en calor.

2 Le dijeron, por tanto, sus sier-

vos: Busquen para mi señor el

rey una joven virgen, para que

a esté delante del rey y lo abri-

gue, y duerma a su lado, para

que entre en calor mi señor

el rey.

3 Y buscaron una joven hermosa

por todo el territorio de Israel, y

hallaron a Abisag, la sunamita,

y la llevaron al rey.

4 Y la joven era hermosa; y ella

abrigaba al rey y le servía; pero

el rey nunca la conoció.

5 Entonces a Adonías hijo de

Haguit b se enalteció, diciendo:

Yo reinaré. Y se hizo de carros y

de gente de a caballo, y de cin-

cuenta hombres que corriesen

delante de él.

6 Y su padre nunca le había con-

trariado en todos sus días, di-

ciéndole: ¿Por qué haces esto? Y

también éste era de muy hermoso

parecer, y había nacido después

de Absalón.

7 Y había hablado con Joab

hijo de Sarvia y con el sacerdote

Abiatar, quienes ayudaban a

Adonías.

8 Pero el sacerdote Sadoc, y Be-

naía hijo de Joiada, y el profeta

a Natán, y Simei, y Rei y todos b los

valientes de David no seguían a

Adonías.

9 Y Adonías mató ovejas y vacas

y animales engordados junto a la

peña de Zohelet, que está cerca

de la fuente de Rogel, y convidó

a todos sus hermanos, los hijos

del rey, y a todos los hombres de

Judá, siervos del rey.

10 Pero no convidó al profeta

Natán, ni a Benaía, ni a los valien-

tes ni a su hermano a Salomón.

11 Y habló Natán a Betsabé, ma-

dre de Salomón, diciendo: ¿No

has oído que Adonías hijo de

Haguit reina sin saberlo David,

nuestro señor?

12 Ven pues, ahora, y déjame

darte un consejo, para que sal-

ves tu vida y la vida de tu hijo

Salomón.

13 Ve y preséntate ante el rey

David y dile: Oh rey señor mío,

¿no has jurado tú a tu sierva, di-

ciendo: Tu hijo a Salomón reinará

después de mí y él se sentará en

mi trono? ¿Por qué, pues, reina

Adonías?

14 Y mientras estés tú aún ha-

blando con el rey, yo entraré

detrás de ti y reafirmaré tus

palabras.

15 Entonces Betsabé entró en la

alcoba del rey; y el rey era muy

anciano, y Abisag, la sunamita,

le servía.

16 Y Betsabé se inclinó e hizo

reverencia al rey. Y el rey le dijo:

¿Qué deseas?

17 Y ella le respondió: Señor

mío, tú juraste a tu sierva por

Jehová tu Dios, diciendo: Tu hijo

Salomón reinará después de mí

y él se sentará en mi trono;

18 pero he aquí, ahora Adonías

reina; y tú, mi señor rey, hasta

ahora no lo sabes.

19 Ha matado bueyes, y animales

engordados y ovejas en abundan-

cia, y ha convidado a todos los

hijos del rey, y al sacerdote Abia-

tar y a Joab, general del ejército;

pero a Salomón, tu siervo, no ha

convidado.

20 Entre tanto, rey y señor

mío, los ojos de todo Israel es-

tán puestos en ti, para que les de-

clares quién se ha de sentar en el

trono de mi señor el rey después

de él.

21 De otra manera aconte-

cerá que cuando mi señor el rey

duerma con sus padres, yo y mi

hijo Salomón seremos tenidos

por culpables.

22 Y he aquí, mientras aún ha-

blaba ella con el rey, llegó el pro-

feta Natán.

23 Y dieron aviso al rey, di-

ciendo: He aquí el profeta Na-

tán. Cuando éste entró ante el rey,

se postró delante del rey, rostro

en tierra.

24 Y dijo Natán: Rey y señor

mío, ¿has dicho tú: Adonías rei-

nará después de mí, y él se sen-

tará en mi trono?

25 Porque hoy ha descendido

y ha matado bueyes, y animales

engordados y ovejas en abun-

dancia, y ha convidado a todos

los hijos del rey, y a los capi-

tanes del ejército y también al

sacerdote Abiatar; y he aquí,

están comiendo y bebiendo de-

lante de él, y dicen: ¡Viva el rey

Adonías!

26 Pero ni a mí, tu siervo, ni al

sacerdote Sadoc, ni a Benaía hijo

de Joiada ni a Salomón, tu siervo,

ha convidado.

27 ¿Ha sido este asunto orde-

nado por mi señor el rey, sin ha-

ber dado a conocer a tu siervo

quién se había de sentar en el

trono de mi señor el rey, después

de él?

28 Entonces el rey David respon-

dió y dijo: Llamadme a Betsabé.

Y ella entró a la presencia del rey

y se puso delante del rey.

29 Y el rey juró, diciendo: Vive

Jehová, que ha redimido mi alma

de toda angustia,

30 que como yo te he jurado por

Jehová, Dios de Israel, diciendo:

Tu hijo Salomón reinará después

de mí y él se sentará en mi trono

en mi lugar; así lo haré hoy.

31 Entonces Betsabé se inclinó

rostro a tierra ante el rey, y ha-

ciendo reverencia al rey, dijo:

¡Viva mi señor, el rey David, para

siempre!

32 Y el rey David dijo: Lla-

madme al sacerdote Sadoc, y al

profeta Natán y a Benaía hijo de

Joiada. Y ellos entraron a la pre-

sencia del rey.

33 Y el rey les dijo: Tomad con

vosotros a los siervos de vuestro

señor, y haced montar a mi hijo

Salomón en mi mula y llevadlo

a a Gihón;

34 y allí lo a ungirán el sacer-

dote Sadoc y el profeta Natán

como rey sobre Israel, y tocaréis

trompeta y diréis: ¡Viva el rey

Salomón!

35 Después subiréis vosotros

detrás de él, y vendrá y se sentará

en mi trono, y él reinará en mi lu-

gar, porque a él le he ordenado

para que sea gobernante sobre

Israel y sobre Judá.

36 Entonces Benaía hijo de

Joiada respondió al rey y dijo:

Amén. Así lo diga Jehová, Dios

de mi señor el rey.

37 De la manera que Jehová ha

estado con mi señor el rey, así

esté con Salomón y haga mayor

su trono que el trono de mi señor,

el rey David.

38 Y descendieron el sacerdote

Sadoc, y el profeta Natán, y Be-

naía hijo de Joiada, y los cereteos

y los a peleteos, e hicieron mon-

tar a Salomón en la mula del rey

David y lo llevaron a Gihón.

39 Y tomó el sacerdote Sadoc

el cuerno del a aceite del b taber-

náculo y ungió a Salomón; y to-

caron trompeta, y dijo todo el

pueblo: ¡Viva el rey Salomón!

40 Después subió todo el pueblo

en pos de él; y cantaba la gente

con flautas y hacía grandes ale-

grías, que parecía que la tierra

se estremecía con el clamor de

ellos.

41 Y lo oyó Adonías, y todos

los convidados que con él esta-

ban, cuando ya habían acabado

de comer. Y al oír Joab el sonido

de la trompeta, dijo: ¿Por qué

se alborota la ciudad con tanto

estruendo?

42 Mientras él aún hablaba, he

aquí que llegó Jonatán, hijo del

sacerdote Abiatar, a quien dijo

Adonías: Entra, porque tú eres

hombre valiente y traerás bue-

nas nuevas.

43 Y Jonatán respondió y dijo

a Adonías: Ciertamente nuestro

señor, el rey David, ha hecho rey

a Salomón;

44 y el rey ha enviado con él

al sacerdote Sadoc y al profeta

Natán, y a Benaía hijo de Joiada,

y también a los cereteos y a los

peleteos, los cuales le hicieron

montar en la mula del rey;

45 y el sacerdote Sadoc y el pro-

feta Natán lo han ungido rey en

Gihón, y de allí han subido con

alegrías, y la ciudad está llena de

estruendo. Éste es el alboroto que

habéis oído.

46 Y también Salomón se ha sen-

tado en el trono del reino.

47 Y aun los siervos del rey han

venido a bendecir a nuestro se-

ñor, el rey David, diciendo: Dios

haga bueno el nombre de Salo-

món más que tu nombre, y haga

mayor su trono que el tuyo. Y el

rey adoró en la cama.

48 Y también el rey habló así:

Bendito sea Jehová, Dios de Is-

rael, que ha dado hoy quien se

siente en mi trono, y lo vean mis

ojos.

49 Entonces todos los convi-

dados que estaban con Adonías

se estremecieron, y se levanta-

ron, y se fue cada uno por su

camino.

50 Pero Adonías tuvo miedo de

Salomón, y se levantó, y fue y se

asió de los a cuernos del altar.

51 Y le avisaron a Salomón,

diciendo: He aquí que Adonías

tiene miedo del rey Salomón,

pues se ha asido de los cuernos

del altar, diciendo: Júreme hoy

el rey Salomón que no matará a

espada a su siervo.

52 Y Salomón dijo: Si él es digno,

ni uno de sus cabellos caerá en

tierra; pero si se halla mal en él,

morirá.

53 Y mandó el rey Salomón

que lo trajeran del altar; y él

vino y se inclinó ante el rey Sa-

lomón. Y Salomón le dijo: Vete a

tu casa.

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Publicada en los Estados Unidos de América

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SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPÍTULO 24 VERSOS 1 AL 25

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPÍTULO 24 VERSOS 1 AL 25

David peca al contar a Israel y a

Judá — Los hombres de guerra su-

man un millón trescientos mil — Je-

hová destruye a setenta mil hombres

con una peste — David ve a un

ángel, ofrece sacrificio, y la plaga

se detiene.

Y VOLVIÓ a encenderse el furor

de Jehová contra Israel, a e incitó

a David contra ellos a que di-

jese: Ve y haz un censo de Israel

y de Judá.

2 Y dijo el rey a Joab, general del

ejército que estaba con él: Recorre

ahora todas las tribus de Israel,

desde Dan hasta Beerseba, y haz

un censo del pueblo, para que yo

sepa el número de la gente.

3 Y Joab respondió al rey: Añada

Jehová tu Dios al pueblo cien ve-

ces más de los que son, y que lo

vea mi señor el rey; pero, ¿por

qué se complace en esto mi se-

ñor el rey?

4 Sin embargo, la palabra del

rey prevaleció sobre la de Joab

y sobre la de los capitanes del

ejército. Salió, pues, Joab con los

capitanes del ejército, de delante

del rey, para hacer el censo del

pueblo de Israel.

5 Y pasaron el Jordán y acam-

paron en Aroer, a la derecha de

la ciudad que está en medio del

valle de Gad y en dirección a

Jazer.

6 Después fueron a Galaad y a

la tierra baja de Hodsi; y de allí

fueron a Danjaán y doblaron ha-

cia Sidón.

7 Y fueron luego a la fortaleza

de Tiro y a todas las ciudades

de los heveos y de los cananeos;

y salieron al sur de Judá, hasta

Beerseba.

8 Y después que hubieron

recorrido toda la tierra, volvie-

ron a Jerusalén al cabo de nueve

meses y veinte días.

9 Y Joab dio al rey el número del

censo del pueblo; y fueron los de

Israel ochocientos mil hombres

valientes que sacaban espada,

y de los de Judá, quinientos mil

hombres.

10 Y después que David hubo

censado al pueblo, le pesó en su

corazón; y dijo David a Jehová:

Yo he pecado gravemente por

haber hecho esto; pero ahora, oh

Jehová, te ruego que quites el pe-

cado de tu siervo, porque yo he

actuado muy neciamente.

11 Y por la mañana, cuando Da-

vid se hubo levantado, vino la pa-

labra de Jehová al a profeta Gad,

b vidente de David, diciendo:

12 Ve y di a David: Así ha dicho

Jehová: Tres cosas te ofrezco: tú

escogerás una de ellas, para que

yo la haga.

13 Vino, pues, Gad a David, y se

lo hizo saber y le dijo: ¿Quieres

que te vengan siete años de ham-

bre en tu tierra? ¿O que huyas tres

meses delante de tus enemigos y

que ellos te persigan? ¿O que

tres días haya peste en tu tierra?

Piensa ahora, y mira qué respon-

deré al que me ha enviado.

14 Entonces David dijo a Gad:

Estoy en gran angustia; es prefe-

rible caer ahora en manos de Je-

hová, porque sus a misericordias

son muchas, a caer yo en manos

de hombres.

15 Y envió Jehová la peste so-

bre Israel desde la mañana hasta

el tiempo señalado; y murieron

setenta mil hombres del pueblo,

desde Dan hasta Beerseba.

16 Y cuando el ángel extendió

su mano sobre Jerusalén para

destruirla, Jehová a se arrepintió

de aquel mal y dijo al ángel que

destruía al pueblo: Basta ahora;

b detén tu mano. Y el ángel de

Jehová estaba junto a la era de

Arauna, el jebuseo.

17 Y David dijo a Jehová, cuando

vio al ángel que hería al pueblo:

Yo pequé; yo hice lo malo. ¿Qué

han hecho estas ovejas? Te ruego

que tu mano se vuelva contra mí

y contra la casa de mi padre.

18 Y Gad vino a David aquel día

y le dijo: Sube y levanta un a altar

a Jehová en la era de Arauna, el

jebuseo.

19 Y subió David, conforme al

dicho de Gad, según lo había

mandado Jehová.

20 Y miró Arauna y vio al rey y a

sus siervos que venían a él. Salió

entonces Arauna y se inclinó de-

lante del rey, rostro a tierra.

21 Y Arauna dijo: ¿Por qué viene

mi señor el rey a su siervo? Y Da-

vid respondió: Para comprar de

ti la era, a fin de edificar un altar

a Jehová, para que cese la plaga

de entre el pueblo.

22 Y Arauna dijo a David: Tome

y ofrezca mi señor el rey lo que

bien le parezca; he aquí, bueyes

para el holocausto, y los trillos

2 SAMUEL 24:23–1 REYES 1:9

y los yugos de los bueyes para

leña.

23 Todo esto, oh rey, Arauna lo

da al rey. Y dijo Arauna al rey:

Jehová tu Dios te sea propicio.

24 Y el rey dijo a Arauna: No,

sino que por precio te lo com-

praré, porque no ofreceré a

Jehová mi Dios holocaustos

que no me cuesten nada. En-

tonces David compró la era y

los bueyes por cincuenta siclos

de plata.

25 Y edificó allí David un altar

a Jehová, y sacrificó holocaus-

tos y a ofrendas de paz; y Jehová

se aplacó con la tierra, y cesó la

plaga de entre Israel.


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SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 23 VERSOS 1 AL 39

  SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 23 VERSOS  1 AL 39

CAPÍTULO 23

David habla por el poder del Es-

píritu — Los gobernantes deben

ser justos y gobernar en el temor

de Dios — Se hace mención de los

valientes de David y se enaltecen

sus obras.

ÉSTAS son las últimas palabras

de David.

Dijo David hijo de Isaí,

dijo aquel varón que fue le-

vantado en alto,

el ungido del Dios de Ja-

cob,

el dulce a cantor de Israel:

2 El a Espíritu de Jehová b ha ha-

blado por medio de mí,

y su c palabra ha estado en

mi lengua.

3 El Dios de Israel me ha ha-

blado,

me habló la Roca de Israel:

El que a gobierna a los hom-

bres con justicia,

que gobierna en el b temor

de Dios;

4 es como la a luz de la mañana

cuando sale el sol

en una mañana sin nubes;

como la hierba de la tierra

brota

por el resplandor después

de la lluvia.

5 ¿No es así mi casa para con

Dios?

Pues él ha hecho a convenio

eterno conmigo,

bien ordenado en todas las

cosas y seguro.

Aunque todavía no haya he-

cho florecer

toda mi b salvación y todo

mi deseo.

6 Pero los malvados, todos

ellos, serán como

espinos desechados,

los cuales nadie toma con

la mano;

7 y quien quiere tocarlos

se arma de un hierro y del

asta de una lanza,

y son del todo quemados en

su lugar.

8 Éstos son los nombres de

los a valientes que tuvo David:

Joseb-basebet, el tacmonita,

principal de los capitanes; éste

era Adino, el eznita, que mató

en una ocasión a ochocientos

hombres.

9 Después de éste, Eleazar hijo

de Dodo, el ahohíta, uno de los

tres valientes que estaban con

David cuando desafiaron a los

filisteos que se habían reunido

allí para la batalla, y los hombres

de Israel se alejaron.

10 Éste se levantó e hirió a los

filisteos hasta que su mano se

cansó y se le quedó pegada a la

espada. Aquel día Jehová dio una

gran victoria, y el pueblo se vol-

vió en pos de él solamente para

tomar el botín.

11 Después de éste fue Sama

hijo de Age, el ararita. Y los filis-

teos se habían reunido en Lehi,

donde había un pequeño terreno

lleno de lentejas, y el pueblo huyó

delante de los filisteos.

12 Él entonces se puso en me-

dio del terreno, y lo defendió y

mató a los filisteos; y así Jehová

dio una gran victoria.

13 Y tres de los treinta jefes des-

cendieron y vinieron en tiempo

de la siega a David a la cueva de

Adulam; y el campamento de

los filisteos estaba en el valle de

Refaim.

14 David entonces estaba en el

lugar fuerte, y la guarnición de

los filisteos estaba en Belén.

15 Y David tuvo un gran deseo

y dijo: ¡Quién me diera a beber

del agua del pozo de Belén que

está junto a la puerta!

16 Entonces los tres valientes

irrumpieron en el campamento

de los filisteos, y sacaron agua del

pozo de Belén que estaba junto

a la puerta, se la llevaron, y la

trajeron a David; pero él no la

quiso beber, sino que la derramó

ante Jehová,

17 y dijo: Lejos esté de mí, oh

Jehová, que yo haga esto. ¿No es

esto como la sangre de los hom-

bres que fueron con peligro de

su vida? Y no quiso beberla. Los

tres valientes hicieron esto.

18 Y Abisai, hermano de Joab,

hijo de Sarvia, era el principal

de los treinta; éste alzó su lanza

contra trescientos, a quienes

mató, y tuvo renombre entre

los tres.

19 Él era el más destacado de los

treinta, y llegó a ser su jefe, pero

no igualó a los tres primeros.

20 Después, Benaía hijo de

Joiada, hijo de un hombre va-

liente, grande en hechos, de Cab-

seel. Éste mató a a dos leones de

Moab; y él mismo descendió y

mató a un león en medio de un

foso un día de nieve.

21 También mató él a un egipcio,

hombre de gran estatura; y tenía

el egipcio una lanza en la mano,

pero descendió contra él con un

palo, y le arrebató al egipcio la

lanza de la mano y lo mató con

su propia lanza.

22 Esto hizo Benaía hijo de

Joiada, y tuvo renombre como

los tres valientes.

23 De los treinta fue el más des-

tacado, pero no igualó a los tres

primeros. Y lo puso David como

jefe de su guardia personal.

24 Asael, hermano de Joab, era

uno de los treinta; Elhanán hijo

de Dodo, de Belén,

25 Sama, el harodita, Elica, el

harodita,

26 Heles, el paltita, Ira hijo de

Iques, el tecoíta,

27 Abiezer, el anatotita, Mebu-

nai, el husaíta,

28 Salmón, el ahohíta, Maharai,

el netofatita,

29 Heleb hijo de Baana, el

netofatita, Itai hijo de Ribai,

el de Gabaa de los hijos de

Benjamín,

30 Benaía, el piratonita, Hidai,

del arroyo de Gaas,

31 Abi-albón, el arbatita, Azma-

vet, el barhumita,

32 Eliaba, el saalborita, Jonatán,

de los hijos de Jasén,

33 Sama, el ararita, Ahíam hijo

de Sarar, el ararita,

34 Elifelet hijo de Ahasbai, hijo

de Maaca, Eliam hijo de Ahitofel,

el gilonita,

35 Hezrai, el carmelita, Paarai,

el arbita;

36 Igal hijo de Natán, de Soba,

Bani, el gadita;

37 Selec, el amonita, Naharai, el

beerotita, escudero de Joab hijo

de Sarvia,

38 Ira, el itrita, Gareb, el itrita,

39 y Urías, el heteo. Entre todos,

treinta y siete.


SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 22 VERSOS 1 AL 51 CAPÍTULO 22

 SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 22 VERSOS 1 AL  51

CAPÍTULO 22

David alaba a Jehová con un salmo

de agradecimiento — Jehová es

su fortaleza y su salvador; Jehová

es fuerte y poderoso para librar,

premia a los hombres de acuerdo

con su rectitud, muestra mise-

ricordia al misericordioso y Su

camino es perfecto; Él vive y

bendito sea.

Y DIRIGIÓ David a Jehová las pa-

labras de este a cántico, el día en

que Jehová le libró de manos de

todos sus enemigos y de manos

de Saúl.

2 Y dijo:

Jehová es mi a roca, y mi for-

taleza y mi libertador;

3 Dios de mi roca, en él a con-

fiaré;

mi b escudo y el poder de mi

salvación, mi fortaleza y

mi alto refugio.

Salvador mío, me libras de

violencia.

4 Invocaré a Jehová, quien es

digno de ser alabado,

y seré salvo de mis enemi-

gos.

5 Me envolvieron las olas de

la muerte;

torrentes de iniquidad me

atemorizaron.

6 Me rodearon las ligaduras

del a Seol,

y tendieron ante mí lazos de

muerte.

7 En mi angustia invoqué a

Jehová

y a clamé a mi Dios;

y él oyó mi voz desde su

templo,

y mi clamor llegó a sus oí-

dos.

8 La tierra se sacudió y tem-

bló;

se conmovieron los cimien-

tos de los cielos,

y se estremecieron, porque

él se airó.

9 Humo subió de su nariz,

y de su boca fuego consu-

midor;

carbones fueron encendidos

por él.

10 Inclinó los cielos y descen-

dió;

densas tinieblas había debajo

de sus pies.

11 Y cabalgó sobre un a querubín

y voló;

y se le vio sobre las alas del

viento.

12 De las tinieblas hizo pabe-

llones a su alrededor,

oscuridad de aguas y den-

sas nubes.

13 Por el resplandor de su pre-

sencia

se encendieron carbones ar-

dientes.

14 Tronó Jehová desde los cie-

los,

y el Altísimo su voz dio;

15 envió saetas y los dispersó;

envió relámpagos y los con-

fundió.

16 Entonces aparecieron las

cuencas del mar,

y quedaron al descubierto

los cimientos del mundo

ante la reprensión de Je-

hová,

al soplo del aliento de su

nariz.

17 Envió desde lo alto; me

tomó;

me sacó de caudalosas

aguas.

18 Me libró de mi poderoso ene-

migo,

de los que me aborrecían,

pues eran más fuertes que

yo.

19 Me asaltaron en el día de

mi calamidad,

mas Jehová fue mi apoyo.

20 Me sacó a lugar espacioso;

me libró, porque se compla-

ció en mí.

21 Me recompensó Jehová con-

forme a mi justicia;

conforme a la a limpieza de

mis manos me ha recom-

pensado.

22 Porque he guardado los ca-

minos de Jehová

y no me aparté impíamente

de mi Dios.

23 Pues todos sus a decretos es-

taban delante de mí,

y de sus estatutos no me he

apartado.

24 Y fui íntegro para con él,

y me he guardado de mi ini-

quidad.

25 Me ha recompensado, por

tanto, Jehová

conforme a mi justicia,

conforme a mi limpieza

delante de sus ojos.

26 Con el misericordioso te

muestras misericordioso,

y con el íntegro te muestras

íntegro.

27 Con el puro eres puro,

y con el perverso eres sa-

gaz.

28 Y tú salvas al pueblo a afli-

gido,

mas tus ojos están sobre

los b altivos para abatir-

los.

29 Porque tú eres mi a lámpara,

oh Jehová;

y Jehová b alumbra mis ti-

nieblas.

30 Porque contigo desbarato

ejércitos,

y con mi Dios salto

muros.

31 En cuanto a Dios, a perfecto

es su camino;

acrisolada es la b palabra de

Jehová,

c escudo es a todos los que en

él se refugian.

32 Porque, ¿quién es Dios sino

Jehová?

¿Y quién es roca sino nues-

tro Dios?

33 Dios es mi a fortaleza pode-

rosa,

y hace perfecto mi camino;

34 hace mis pies como de cier-

vas

y me hace estar firme en mis

alturas;

35 adiestra mis manos para la

a batalla

y mis brazos para tensar el

arco de bronce.

36 Y me diste el escudo de tu

salvación,

y tu benignidad me ha en-

grandecido.

37 Tú ensanchaste mis pasos

debajo de mí,

y mis pies no han resba-

lado.

38 Perseguí a mis enemigos y

los destruí;

y no regresé hasta haberlos

acabado.

39 Los consumí y los herí, y no

se levantaron;

y cayeron debajo de mis

pies.

40 Pues me ceñiste de fuerzas

para la batalla;

has humillado debajo de mí

a los que contra mí se le-

vantaron.

41 Has hecho que mis enemigos

me vuelvan las

a espaldas,

para que yo destruyese a los

que me aborrecían.

42 Buscaron ayuda, mas no

hubo quien los salvase;

clamaron a Jehová, mas no

les respondió.

43 Como polvo de la tierra los

molí;

como a lodo de las calles los

pisé y los hollé.

44 Tú me libraste de las contien-

das de mi pueblo;

me guardaste para que fuese

cabeza de a naciones;

pueblo que yo no conocía

me sirve.

45 Los hijos de extranjeros se

someten a mí;

al oírme, me obedecen.

46 Los hijos de extranjeros des-

fallecen

y salen temblando de sus

refugios.

47 ¡a Viva Jehová! ¡Y bendita sea

mi roca!

b Exaltado sea Dios, la roca

de mi salvación,

48 el Dios que por mí toma

a venganza,

y sujeta pueblos debajo de

49 y me libra de mis enemi-

gos.

Tú me enalteces sobre los que

se levantan contra mí;

me libras del hombre vio-

lento.

50 Por eso yo te a alabaré entre

las naciones, oh Jehová,

y cantaré alabanzas a tu

nombre.

51 Él es torre de salvación a su

rey

y hace misericordia a su un-

gido:

a David y a su descendencia

para siempre.

Fuente: Antigua versión de

Casiodoro de Reina (1569)

Revisada por Cipriano de Valera (1602)

Otras revisiones: 1862, 1909


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