SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 13 VERSOS 1 AL 39 CAPÍTULO 13

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 13 VERSOS 1 AL 39

CAPÍTULO 13
Amnón ama a Tamar, su hermana,
y, por estratagema, la fuerza — Se
le da muerte por mandato de Absa-
lón — Absalón huye a Gesur.

ACONTECIÓ después de esto que,
teniendo Absalón hijo de David
una hermana muy hermosa que
se llamaba a Tamar, Amnón hijo de
David se enamoró de ella.
2 Y Amnón estaba tan angus-
tiado que se puso enfermo por
su hermana Tamar; pues, por ser
ella a virgen, le parecía difícil a
Amnón hacerle algo.
3 Y Amnón tenía un amigo que
se llamaba Jonadab hijo de Simea,
hermano de David; y Jonadab era
un hombre muy astuto.
4 Y éste le dijo: Hijo del rey, ¿por
qué de día en día vas enflaque-
ciendo así? ¿No me lo descubri-
rás a mí? Y Amnón le respondió:
Yo a amo a Tamar, la hermana de
Absalón, mi hermano.
5 Y Jonadab le dijo: Acués-
tate en tu cama y finge que es-
tás enfermo; y cuando tu padre
venga a visitarte, dile: Te ruego
que venga mi hermana Tamar,
para que me dé de comer, y pre-
pare delante de mí una comida,
para que yo la vea y coma de
su mano.
6 Se acostó, pues, Amnón, y fin-
gió que estaba enfermo, y vino
el rey a visitarle; y dijo Amnón
al rey: Yo te ruego que venga mi
hermana Tamar y haga delante
de mí dos panes, para que coma
yo de su mano.
7 Y David envió a Tamar a su
casa, diciendo: Ve ahora a casa
de Amnón, tu hermano, y hazle
de comer.
8 Y fue Tamar a casa de su her-
mano Amnón, el cual estaba acos-
tado; y tomó harina, y la amasó
e hizo panes delante de él y los
coció.
9 Tomó luego la sartén y los sacó
delante de él; pero él no quiso co-
mer. Y dijo Amnón: Echad fuera
de aquí a todos. Y todos salieron
de allí.
10 Entonces Amnón dijo a Ta-
mar: Trae la comida a la alcoba
para que yo coma de tu mano.
Y tomando Tamar los panes que
había cocido, los llevó a su her-
mano Amnón a la alcoba.
11 Y cuando ella se los puso de-
lante para que comiese, él a asió
de ella, diciéndole: Ven, hermana
mía, acuéstate conmigo.
12 Ella entonces le respondió:
No, hermano mío, no me a fuerces,
porque no se debe hacer así en
Israel. No hagas tal b vileza.
13 Porque, ¿adónde iría yo con
mi deshonra? Y aun tú serías es-
timado como uno de los perversos
en Israel. Te ruego, pues, ahora,
que hables al rey, porque él no
me negará a ti.
14 Pero él no la quiso oír, sino
que, pudiendo más que ella, la
forzó y se acostó con ella.
15 Después Amnón la a aborre-
ció con tan gran aborrecimiento,
que el odio con que la aborreció
fue mayor que el amor con que
la había amado. Y le dijo Amnón:
Levántate y vete.
16 Y ella le respondió: No hay
razón; mayor mal es éste de
echarme que el que me has he-
cho. Pero él no la quiso oír,
17 sino que, llamando a su
criado que le servía, le dijo:
Échame a ésta fuera de aquí y
cierra la puerta tras ella.
18 Y ella llevaba puesto un
a vestido de colores, un traje que
vestían las hijas vírgenes de los
reyes. Y su criado la echó fuera
y cerró la puerta tras ella.
19 Entonces Tamar tomó ce-
niza y la esparció sobre su ca-
beza, y rasgó la ropa de colores
que llevaba puesta y, con las
manos sobre su cabeza, se fue
gritando.
20 Y le dijo su hermano
Absalón: ¿Ha estado contigo tu
hermano Amnón? Calla pues,
ahora, hermana mía; tu hermano
es. No se angustie tu corazón por
esto. Y se quedó Tamar descon-
solada en casa de su hermano
Absalón.
21 Y cuando el rey David oyó
todo esto, se enojó mucho.
22 Pero Absalón no habló con
Amnón ni malo ni bueno, pues
Absalón aborrecía a Amnón, por-
que había forzado a su hermana
Tamar.
23 Y aconteció que, pasados dos
años, Absalón tenía esquiladores
en Baal-hazor, que está junto a
Efraín; y convidó Absalón a to-
dos los hijos del rey.
24 Y vino Absalón al rey y le
dijo: He aquí, tu siervo tiene
ahora esquiladores; yo ruego
que venga el rey y sus siervos
con tu siervo.
25 Y respondió el rey a Absalón:
No, hijo mío, no iremos todos,
para no ser una carga para ti. Y
aunque le insistió, no quiso ir,
mas le bendijo.
26 Entonces dijo Absalón: Si no,
te ruego que venga Amnón, mi
hermano, con nosotros. Y el rey
le respondió: ¿Para qué ha de ir
contigo?
27 Y como Absalón le insistió,
dejó ir con él a Amnón y a todos
los hijos del rey.
28 Y Absalón dio órdenes a
sus criados, diciendo: Ahora bien,
mirad cuando el corazón de Am-
nón esté a alegre por el vino; y
cuando yo os diga: Herid a Am-
nón, entonces b matadle; y no
temáis, pues yo os lo he man-
dado. Esforzaos, pues, y sed
valientes.
29 Y los criados de Absalón hi-
cieron con Amnón como Absa-
lón lo había mandado. Entonces
se levantaron todos los hijos del
rey, y montó cada uno en su mula
y huyeron.
30 Y aconteció que cuando es-
taban ellos aún en camino, llegó
a David el rumor que decía:
Absalón ha matado a todos los
hijos del rey, y ninguno de ellos
ha quedado.
31 Entonces se levantó David,
y rasgó sus vestidos y se echó en
tierra, y todos sus criados presen-
tes rasgaron sus vestidos.
32 Y Jonadab hijo de Simea,
hermano de David, habló y dijo:
No diga mi señor que han dado
muerte a todos los jóvenes hi-
jos del rey, pues sólo Amnón ha
sido muerto; porque en boca de
Absalón estaba decidido desde
el día en que Amnón forzó a su
hermana Tamar.
33 Por tanto, ahora no ponga
mi señor el rey en su corazón
ese rumor que dice: Todos los
hijos del rey han sido muertos,
porque sólo Amnón ha sido
muerto.
34 Y Absalón huyó. Y el joven
que estaba en el atalaya alzó los
ojos y miró, y he aquí que mucha
gente venía por el camino que
estaba a sus espaldas, del lado
del monte.
35 Y dijo Jonadab al rey: He allí
los hijos del rey que vienen, tal
como tu siervo ha dicho.
36 Y aconteció que cuando él
acabó de hablar, he aquí que
los hijos del rey llegaron, y al-
zando su voz, lloraron. Y tam-
bién el mismo rey y todos sus
siervos lloraron con muy grandes
lamentos.
37 Pero Absalón huyó y se fue
a Talmai hijo de Amiud, rey de
Gesur. Y David lloraba por su hijo
todos los días.
38 Así Absalón huyó, y se fue a
Gesur y estuvo allá tres años.
39 Y el rey David ansiaba ver
a Absalón, porque ya se ha-
bía consolado de la muerte de
Amnón

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SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 12 VERSOS 1 AL 31

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 12 VERSOS 1 AL 31

Natán narra a David la parábola de
la corderita — Jehová dio muchas
esposas a David, que llega a ser mal-
decido por haber tomado a Betsabé
— David ayuna y ora por su hijo,
pero Jehová se lleva al niño — Nace
Salomón — David conquista la ciu-
dad real de los amonitas.
Y JEHOVÁ envió a a Natán ante
David; y fue a él y le dijo: Había
dos hombres en una ciudad, el
uno rico y el otro pobre.
2 El rico tenía numerosas ove-
jas y vacas,
3 pero el pobre no tenía más
que una sola corderita, que él
había comprado y criado, y que
había crecido con él y con sus hi-
jos juntamente, comiendo de su
bocado, y bebiendo de su vaso, y
durmiendo en su seno; y la tenía
como a una hija.
4 Y vino uno de camino al hom-
bre rico, y éste no quiso tomar de
sus ovejas ni de sus vacas, para
guisar para el caminante que ha-
bía venido a él, sino que tomó la
corderita de aquel hombre pobre
y la guisó para aquel que había
venido a él.
5 Entonces se encendió el furor
de David en gran manera con-
tra aquel hombre y dijo a Natán:
¡Vive Jehová, que el que tal hizo
es digno de muerte!
6 Y él debe pagar a cuatro veces
por la corderita, porque hizo tal
cosa y no tuvo misericordia.
7 Entonces dijo Natán a David:
Tú eres aquel hombre. Así ha di-
cho Jehová Dios de Israel: Yo te
ungí rey sobre Israel, y te libré de
manos de Saúl,
8 y te di la casa de tu señor y las
mujeres de tu señor en tu seno;
además te di la casa de Israel y de
Judá; y como si esto fuera poco, te
habría añadido mucho más.
9 ¿Por qué, pues, a tuviste en
poco la palabra de Jehová, ha-
ciendo lo malo delante de sus
ojos? A Urías, el heteo, b heriste a
espada, y tomaste por esposa a
su c esposa, y a él lo mataste con la
espada de los hijos de Amón.
10 Por lo cual ahora la a espada
no se apartará jamás de tu casa,
por cuanto me menospreciaste y
tomaste la esposa de Urías, el he-
teo, para que fuese tu esposa.
11 Así ha dicho Jehová: He aquí,
yo haré levantar a el mal sobre
ti de tu misma casa, y tomaré
tus esposas delante de tus ojos
y las daré a tu prójimo, el que
yacerá con tus esposas a la vista
del sol.
12 Porque tú lo hiciste en se-
creto, pero yo haré esto delante
de todo Israel y a pleno sol.
13 Entonces dijo David a
Natán: a Pequé contra Jehová.
Y Natán dijo a David: También
Jehová b ha remitido tu pecado; no
morirás.
14 Mas por cuanto con este
asunto hiciste a blasfemar a los
enemigos de Jehová, el hijo que te
ha nacido ciertamente morirá.
15 Y Natán se volvió a su casa. Y
Jehová hirió al niño que la esposa
de Urías había dado a luz a
David, y enfermó gravemente.
16 Entonces David rogó a Dios
por el niño; y a ayunó David, y
entró y pasó la noche acostado
en tierra.
17 Y se levantaron los ancianos
de su casa y fueron a él para ha-
cerlo levantar de la tierra; pero
él no quiso, ni comió con ellos
pan.
18 Y aconteció que al séptimo
día murió el niño; y los siervos
de David temían hacerle saber
que el niño había muerto, pues
se decían: Cuando el niño aún
vivía, le hablábamos, y no quería
oír nuestra voz; ¿cuánto más se
afligirá si le decimos que el niño
ha muerto?
19 Pero David, viendo a sus
siervos hablar entre sí, entendió
que el niño había muerto; por lo
que dijo David a sus siervos: ¿Ha
muerto el niño? Y ellos respon-
dieron: Ha muerto.
20 Entonces David se levantó de
la tierra, y se lavó, y se ungió, y
cambió sus ropas, y entró en la
casa de Jehová y adoró. Y des-
pués vino a su casa y pidió, y le
pusieron pan, y comió.
21 Y le dijeron sus siervos: ¿Qué
es esto que has hecho? Por el
niño, viviendo aún, ayunabas y
llorabas; y muerto él, te levan-
taste y comiste pan.
22 Y él respondió: Mientras el
niño aún vivía, yo ayunaba y llo-
raba, diciendo: ¿Quién sabe si
Dios tenga a compasión de mí, y
viva el niño?
23 Pero ahora que ya ha muerto,
¿para qué he de ayunar? ¿Podré
yo hacerle volver? Yo voy hacia
él, pero él no volverá a mí.
24 Y consoló David a Betsabé,
su esposa, y llegándose a ella, se
acostó con ella; y ella le dio a luz
un hijo, y llamó su nombre a Salo-
món, al cual amó Jehová,
25 y envió un mensaje por me-
dio del profeta Natán que le pu-
siesen por nombre Jedidías, a
causa de Jehová.
26 Y a Joab peleaba contra Rabá,
de los hijos de Amón, y tomó la
ciudad real.
27 Entonces envió Joab men-
sajeros a David, diciendo: Yo he
peleado contra Rabá y he tomado
la ciudad de las aguas.
28 Reúne, pues, ahora al pue-
blo que queda, y acampa contra
la ciudad y tómala, no sea que
tome yo la ciudad y sea llamada
por mi nombre.
29 Y David reunió a todo el pue-
blo, y fue contra Rabá, y combatió
contra ella y la tomó.
30 Y quitó la corona de la
cabeza de su rey, la cual pe-
saba un talento de oro y tenía
piedras preciosas; y fue puesta
sobre la cabeza de David. Y
éste sacó un gran botín de la
ciudad.
31 Y sacó además a la gente que
estaba en ella, y a todos los puso
a trabajar con sierras, y con trillos
de hierro y con hachas de hierro;
y también los hizo trabajar en los
hornos de ladrillos; y lo mismo
hizo con todas las ciudades de los
hijos de Amón. Y volvió David
con todo el pueblo a Jerusalén.


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SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 11 VERSOS 1 AL 27

SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 11 VERSOS 1 AL 27

David se acuesta con Betsabé y ella
concibe — Entonces David hace los
preparativos para que Urías, marido
de ella, muera en batalla.
Y ACONTECIÓ al año siguiente,
en el tiempo en que salen los re-
yes a la guerra, que David envió
a Joab, y a sus siervos con él y a
todo Israel, y destruyeron a los
amonitas y sitiaron a Rabá, pero
David se quedó en Jerusalén.
2 Y acaeció que, levantándose
David de su lecho al caer la tarde,
se paseaba por el terrado de la
casa real, cuando a vio desde el
terrado a una mujer que se es-
taba bañando, la cual era muy
hermosa.
3 Y envió David a preguntar por
aquella mujer, y le dijeron: Aqué-
lla es a Betsabé, hija de Eliam, es-
posa de b Urías, el heteo.
4 Y envió David mensajeros y la
tomó; y vino a él y él a se acostó
con ella. Luego ella se purificó de
su impureza y volvió a su casa.
5 Y concibió la mujer y envió a
hacerlo saber a David, diciendo:
Estoy encinta.
6 Entonces David envió a decir
a Joab: Envíame a Urías, el heteo.
Y Joab envió a Urías a David.
7 Y cuando Urías vino a él, Da-
vid le preguntó por la salud de
Joab, y por la salud del pueblo y
por el estado de la guerra.
8 Después dijo David a Urías:
Desciende a tu casa y lava tus
pies. Y saliendo Urías de casa del
rey, le fue enviado presente de la
mesa real.
9 Pero Urías durmió a la puerta
de la casa del rey con todos los
siervos de su señor, y no descen-
dió a su casa.
10 E hicieron saber esto a David,
diciendo: Urías no ha descendido
a su casa. Y dijo David a Urías:
¿No has venido de camino? ¿Por
qué, pues, no descendiste a tu
casa?
11 Y Urías respondió a Da-
vid: El arca, e Israel y Judá es-
tán bajo a tiendas; y mi señor
Joab y los siervos de mi señor,
a campo abierto; ¿y había yo de
entrar en mi casa para comer
y beber, y dormir con mi mu-
jer? Por vida tuya y por vida
de tu alma, que yo no haré tal
cosa.
12 Y David dijo a Urías: Quédate
aquí aún hoy, y mañana te despe-
diré. Y se quedó Urías en Jerusa-
lén aquel día y el siguiente.
13 Y David lo convidó a comer y
a beber con él hasta embriagarlo.
Y él salió por la tarde a dormir
en su cama con los siervos de
su señor, pero no descendió a
su casa.
14 Y aconteció a la mañana si-
guiente que David escribió una
carta a Joab, la cual envió por
mano de Urías.
15 Y escribió en la carta, di-
ciendo: Poned a Urías al frente,
en lo más recio de la batalla, y
retiraos de él, para que sea a he-
rido y muera.
16 Y sucedió que cuando Joab
sitió la ciudad, puso a Urías en
el lugar donde sabía que estaban
los hombres más valientes.
17 Y los hombres de la ciudad
salieron y pelearon contra Joab,
y cayeron algunos del pueblo
de los siervos de David; y murió
también Urías, el heteo.
18 Entonces envió Joab e hizo
saber a David todos los asuntos
de la guerra.
19 Y mandó al mensajero, di-
ciendo: Cuando acabes de con-
tar al rey todos los asuntos de
la guerra,
20 si el rey comienza a a enojarse
y te dice: ¿Por qué os acercasteis
tanto a la ciudad para combatir?
¿No sabíais lo que suelen arrojar
desde lo alto del muro?
21 ¿Quién hirió a Abimelec hijo
de Jerobaal? ¿No echó una mujer
del muro un pedazo de una rueda
de molino, y murió en Tebes?
¿Por qué os acercasteis tanto al
muro? Entonces tú le dirás: Tam-
bién tu siervo Urías, el heteo, ha
muerto.
22 Y fue el mensajero y, al llegar,
contó a David todo lo que Joab le
había enviado a decir.
23 Y dijo el mensajero a David:
Prevalecieron contra nosotros los
hombres que salieron al campo
contra nosotros, bien que noso-
tros los hicimos retroceder hasta
la entrada de la puerta;
24 pero los flecheros tiraron con-
tra tus siervos desde el muro, y
murieron algunos de los siervos
del rey; y también murió tu siervo
Urías, el heteo.
25 Y David dijo al mensajero:
Dirás así a Joab: No tengas pe-
sar por esto, porque la espada
consume tanto a uno como al
otro; refuerza tu ataque contra
la ciudad, hasta que la rindas. Y
tú aliéntale.
26 Y al oír la esposa de Urías que
su marido, Urías, había muerto,
hizo duelo por su marido.
27 Y pasado el luto, envió Da-
vid y la trajo a su casa; y fue ella
su esposa y le dio a luz un hijo.
Pero esto que David había he-
cho fue a malo ante los ojos de
Jehová.

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SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 10 VERSOS 1 AL 19
CAPÍTULO 10
Los amonitas maltratan a los men-
sajeros de David — Israel derrota a
los amonitas y a los sirios.
DESPUÉS de esto, aconteció que
murió el rey de los hijos de
a Amón, y reinó su hijo Hanún
en su lugar.
2 Y dijo David: Yo haré miseri-
cordia con Hanún hijo de Nahas,
como su padre la hizo conmigo.
Y envió David sus siervos para
consolarlo por su padre. Y los
siervos de David llegaron a la
tierra de los hijos de Amón,
3 pero los príncipes de los hijos
de Amón dijeron a Hanún, su
señor: ¿Te parece que por honrar
David a tu padre te ha enviado
consoladores? ¿No ha enviado
David sus siervos a ti para reco-
nocer e inspeccionar la ciudad,
para destruirla?
4 Entonces Hanún tomó a los
siervos de David, y les rapó la
mitad de la barba, y les cortó los
vestidos por la mitad, hasta las
nalgas, y los despidió.
5 Cuando le avisaron a David,
envió a encontrarlos, porque ellos
estaban en extremo avergonza-
dos; y el rey les mandó decir:
Quedaos en Jericó hasta que os
vuelva a crecer la barba, y enton-
ces volved.
6 Y viendo los hijos de Amón
que se habían hecho odiosos
a David, enviaron los hijos de
Amón y tomaron a sueldo a los
sirios de Bet-rehob y a los sirios
de Soba, veinte mil hombres de
a pie; y del rey de Maaca, mil
hombres, y de Is-tob, doce mil
hombres.
7 Cuando oyó David esto, envió
a Joab con todo el ejército de los
valientes.
8 Y los hijos de Amón salieron y
se pusieron en orden de batalla a
la entrada de la puerta; pero los
sirios de Soba, y de Rehob, y de
Is-tob y de Maaca estaban aparte
en el campo.
9 Al ver Joab que la batalla se le
presentaba delante y detrás de él,
eligió a algunos de entre los esco-
gidos de Israel y se puso en orden
de batalla contra los sirios.
10 Entregó luego el resto del
ejército en manos de Abisai, su
hermano, y lo puso en orden de
batalla frente a los amonitas.
11 Y dijo: Si los sirios son más
fuertes que yo, tú me ayudarás; y
si los hijos de Amón son más fuer-
tes que tú, yo te daré ayuda.
12 a Esfuérzate, y esforcémonos
por nuestro pueblo y por las ciu-
dades de nuestro Dios; y haga
Jehová lo que bien le parezca.
13 Y se acercó Joab, y el pueblo
que con él estaba, para pelear
contra los sirios, pero ellos hu-
yeron delante de él.
14 Entonces los hijos de Amón,
viendo que los sirios habían
huido, huyeron también delante
de Abisai y entraron en la ciu-
dad. Y se volvió Joab de luchar
contra los hijos de Amón, y vino
a Jerusalén.
15 Y cuando vieron los sirios
que habían caído delante de
Israel, se volvieron a reunir.
16 Y envió Hadar-ezer e hizo
salir a los sirios que estaban al
otro lado del Río, los cuales vi-
nieron a Helam; y Sobac, general
del ejército de Hadar-ezer, iba al
frente de ellos.
17 Y cuando le avisaron a David,
reunió a todo Israel, y pasando
el Jordán, llegó a Helam; y los
sirios se pusieron en orden de
batalla contra David y pelearon
contra él.
18 Pero los sirios huyeron de-
lante de Israel; y David mató de
los sirios a la gente de setecientos
carros y a cuarenta mil hombres
de a caballo, e hirió también a
Sobac, general del ejército, quien
murió allí.
19 Y cuando todos los reyes que
ayudaban a Hadar-ezer vieron
que habían sido derrotados de-
lante de Israel, hicieron la paz
con Israel y le sirvieron; y de allí
en adelante, los sirios temieron
seguir ayudando a los hijos de
Amón.

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Segundo Libro de Samuel Capitulo 9 Versos 1 al 13


Segundo Libro de Samuel Capitulo 9 Versos 1 al 13
CAPÍTULO 9
David procura honrar a la casa de
Saúl — Encuentra a Mefi-boset hijo
de Jonatán a quien restituye toda la
tierra de Saúl.
Y DIJO David: ¿Ha quedado al-
guno de la casa de Saúl a quien
haga yo misericordia por amor
a a Jonatán?
2 Y había un siervo de la casa de
Saúl que se llamaba a Siba, al cual
llamaron para que viniese a Da-
vid. Y el rey le dijo: ¿Eres tú Siba?
Y él respondió: Tu siervo.
3 Y el rey dijo: ¿No ha quedado
nadie de la casa de Saúl a quien
haga yo misericordia de Dios?
Y Siba respondió al rey: Aún ha
quedado un a hijo de Jonatán, li-
siado de los pies.
4 Entonces el rey le dijo: ¿Y
dónde está? Y Siba respondió al
rey: He aquí, está en casa de Ma-
quir hijo de Amiel, en Lodebar.
5 Y envió el rey David, y le
mandó traer de la casa de Maquir
hijo de Amiel, de Lodebar.
6 Y al llegar Mefi-boset hijo de
Jonatán, hijo de Saúl, ante David,
se postró sobre su rostro e hizo
reverencia. Y David le dijo: Me-
fi-boset. Y él respondió: He aquí
tu siervo.
7 Y le dijo David: No tengas te-
mor, porque yo a la verdad haré
contigo misericordia por amor a
Jonatán, tu padre, y te devolveré
todas las tierras de Saúl, tu pa-
dre; y tú comerás siempre pan a
mi mesa.
8 Y él inclinándose, dijo: ¿Quién
es tu siervo, para que mires a un
perro muerto como yo?
9 Entonces el rey llamó a Siba,
siervo de Saúl, y le dijo: Todo
lo que fue de Saúl y de toda su
casa, yo lo he dado al hijo de tu
señor.
10 Tú, pues, le labrarás las
tierras, tú con tus hijos y tus sier-
vos, y llevarás los frutos, para que
el hijo de tu señor tenga pan que
comer; y Mefi-boset, el hijo de tu
señor, comerá siempre pan a mi
mesa. Y tenía Siba quince hijos y
veinte siervos.
11 Y respondió Siba al rey: Con-
forme a todo lo que ha mandado
mi señor el rey a su siervo, así lo
hará tu siervo. Mefi-boset, dijo el
rey, comerá a mi mesa como uno
de los hijos del rey.
12 Y tenía Mefi-boset un hijo pe-
queño que se llamaba Micaía. Y
toda la familia de la casa de Siba
eran siervos de Mefi-boset.
13 Y moraba Mefi-boset en Je-
rusalén, porque comía siempre a
la mesa del rey; y estaba lisiado
de ambos pies.

PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 4 VERSOS 1 AL 34

 PRIMER LIBRO DE LOS REYES CAPITULO 4 VERSOS 1 AL 34 Se enumeran los oficiales de la corte de Salomón — Salomón gobierna en paz y en prosper...