SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL CAPITULO 19 VERSOS 1 AL 43
CAPÍTULO 19
Joab reprende a David por favore-
cer a sus enemigos en vez de a sus
amigos — David cambia a Joab por
Amasa — Simei, quien maldijo a
David, es perdonado — Mefi-bo-
set rinde homenaje a David — Los
hombres de Judá llevan a David de
regreso a Jerusalén.
Y DIERON aviso a Joab: He aquí
el rey llora y hace duelo por
Absalón.
2 Y aquel día la victoria se con-
virtió en duelo para todo el pue-
blo, porque el pueblo oyó decir
aquel día que el rey sentía dolor
por su hijo.
3 Y entró el pueblo aquel día en
la ciudad escondidamente, como
suele entrar a escondidas el pue-
blo avergonzado que ha huido
de la batalla.
4 Y el rey, cubierto el rostro, cla-
maba en alta voz: ¡Oh hijo mío
Absalón, oh Absalón, hijo mío,
hijo mío!
5 Entonces Joab entró en la casa
donde estaba el rey y le dijo:
Hoy has avergonzado el rostro
de todos tus siervos, que hoy
han librado tu vida, y la vida de
tus hijos y de tus hijas, y la vida
de tus esposas y la vida de tus
concubinas,
6 amando a los que te aborrecen
y aborreciendo a los que te aman;
porque hoy has declarado que
nada te importan tus príncipes
ni tus siervos; pues hoy sé que
si Absalón viviera, aunque todos
nosotros estuviéramos hoy muer-
tos, entonces estarías contento.
7 Levántate pues, ahora, y sal
fuera y a habla bondadosamente
a tus siervos, porque juro por
Jehová que si no sales, no que-
dará ni un hombre contigo esta
noche; y esto será peor para ti
que todos los males que te han
sobrevenido desde tu juventud
hasta ahora.
8 Entonces se levantó el rey y
se sentó a la puerta; y se avisó a
todo el pueblo, diciendo: He aquí
el rey está sentado a la puerta. Y
vino todo el pueblo delante del
rey; pero Israel había huido cada
uno a su tienda.
9 Y sucedió que todo el pueblo
a discutía en todas las tribus de
Israel, diciendo: El rey nos ha
librado de manos de nuestros
enemigos y nos ha salvado de
manos de los filisteos; y ahora
ha huido del territorio por causa
de Absalón.
10 Y Absalón, a quien había-
mos a ungido sobre nosotros, ha
muerto en la batalla. ¿Por qué,
pues, estáis ahora callados con
respecto a hacer volver al rey?
11 Y el rey David envió a los
sacerdotes Sadoc y Abiatar, di-
ciendo: Hablad a los ancianos
de Judá y decidles: ¿Por qué se-
réis vosotros los últimos en hacer
volver al rey a su casa, ya que la
palabra de todo Israel ha llegado
al rey, a su casa?
12 Vosotros sois mis a hermanos;
mis huesos y mi carne sois. ¿Por
qué, pues, seréis vosotros los úl-
timos en hacer volver al rey?
13 Asimismo diréis a Amasa:
¿No eres tú también hueso mío
y carne mía? Así me haga Dios
y aun me añada, si no has de ser
general del ejército delante de mí
para siempre, en lugar de Joab.
14 Así inclinó el a corazón de to-
dos los hombres de Judá, como
el de un solo hombre, para que
enviasen a decir al rey: Vuelve tú
y todos tus siervos.
15 Volvió, pues, el rey y llegó
hasta el Jordán. Y Judá vino a Gil-
gal para recibir al rey y hacerle
pasar el Jordán.
16 Y Simei hijo de Gera, el ben-
jaminita, que era de Bahurim,
se dio prisa y descendió con los
hombres de Judá a recibir al rey
David;
17 y con él venían mil hombres
de Benjamín; asimismo Siba,
criado de la casa de Saúl, con sus
quince hijos y sus veinte siervos,
los cuales se apresuraron a pasar
el Jordán delante del rey.
18 Y cruzaron el vado para ha-
cer pasar a la familia del rey y
para hacer lo que a él le pareciera
bien. Entonces Simei hijo de Gera
se postró delante del rey cuando
éste pasó el Jordán.
19 Y dijo al rey: No me culpe mi
señor de iniquidad, ni te acuerdes
de los males que tu siervo hizo el
día en que mi señor el rey salió
de Jerusalén, ni los guarde el rey
en su corazón;
20 porque yo, tu siervo, reco-
nozco haber pecado, y he aquí
que he venido hoy, el primero de
toda la casa de José, para descen-
der a recibir a mi señor el rey.
21 Y Abisai hijo de Sarvia res-
pondió y dijo: ¿No ha de morir
por esto Simei, que a maldijo al
b ungido de Jehová?
22 David entonces dijo: ¿Qué
tengo yo que ver con vosotros,
hijos de Sarvia, para que hoy me
seáis adversarios? ¿Ha de morir
hoy alguno en Israel? ¿Acaso no
sé que hoy soy rey sobre Israel?
23 Y dijo el rey a Simei: No mo-
rirás. Y el rey se lo juró.
24 También Mefi-boset hijo de
Saúl descendió a recibir al rey; y
no había aseado sus pies, ni había
recortado su barba, ni tampoco
había lavado sus vestidos desde
el día en que el rey salió hasta el
día en que volvió en paz.
25 Y aconteció que cuando él
vino a Jerusalén a recibir al rey, el
rey le dijo: Mefi-boset, ¿por qué
no fuiste conmigo?
26 Y él dijo: Oh rey señor mío,
mi siervo me ha engañado; pues
tu siervo había dicho: Me ensi-
llaré un asno, y montaré en él e iré
al rey, porque tu siervo es cojo.
27 Y él a ha calumniado a tu
siervo delante de mi señor el rey,
pero mi señor el rey es como un
ángel de Dios; haz, pues, lo que
bien te parezca.
28 Porque toda la casa de mi pa-
dre era digna de muerte delante
de mi señor el rey, y tú pusiste
a tu siervo entre los convidados
a tu mesa. ¿Qué derecho, pues,
tengo aún para quejarme más
al rey?
29 Y el rey le dijo: ¿Para qué
hablar más de tus asuntos? Yo
he determinado que tú y Siba os
repartáis las tierras.
30 Y Mefi-boset dijo al rey: Deja
que él las tome todas, puesto que
mi señor el rey ha vuelto en paz
a su casa.
31 También a Barzilai, el galaa-
dita, descendió de Rogelim, y
pasó el Jordán con el rey, para
acompañarle al otro lado del
Jordán.
32 Y era Barzilai muy anciano,
de ochenta años, el cual había
dado provisiones al rey cuando
estaba en Mahanaim, porque era
un hombre potentado.
33 Y el rey dijo a Barzilai: Cruza
conmigo y yo te sustentaré junto
a mí en Jerusalén.
34 Mas Barzilai dijo al rey:
¿Cuántos años me quedan de
vida para que yo suba con el rey
a Jerusalén?
35 Ya tengo ochenta años de
edad. ¿Acaso podré yo discernir
entre lo bueno y lo malo? ¿Sa-
boreará ahora tu siervo lo que
coma o lo que beba? ¿Oirá aún
la voz de los cantores y de las
cantoras? ¿Para qué, pues, ha de
ser tu siervo una carga para mi
señor el rey?
36 Pasará tu siervo un poco más
allá del Jordán con el rey; pero,
¿por qué me ha de dar el rey tan
gran recompensa?
37 Yo te ruego que dejes volver
a tu siervo, para que muera en mi
ciudad, junto al sepulcro de mi
padre y de mi madre. Mas he aquí
a tu siervo Quimam; que pase él
con mi señor el rey, y haz con él
lo que bien te parezca.
38 Y el rey dijo: Pues pase con-
migo Quimam, y yo haré con él
como bien te parezca; y todo lo
que tú me pidas, yo lo haré.
39 Y todo el pueblo pasó el Jor-
dán; y luego que el rey hubo
también pasado, el rey besó a
Barzilai y lo bendijo; y él volvió
a su casa.
40 El rey entonces pasó a Gilgal,
y con él pasó Quimam; y todo
el pueblo de Judá, con la mitad
del pueblo de Israel, pasaron con
el rey.
41 Y he aquí todos los hombres
de Israel vinieron al rey y le di-
jeron: ¿Por qué los hombres de
Judá, nuestros hermanos, te han
acaparado, y han hecho pasar
el Jordán al rey y a su familia,
y a todos los hombres de David
con él?
42 Y todos los hombres de Judá
respondieron a los de Israel: Por-
que el rey es nuestro pariente.
Mas, ¿por qué os enojáis voso-
tros por eso? ¿Hemos nosotros
comido a costa del rey? ¿Hemos
recibido de él alguna dádiva?
43 Entonces respondieron los
hombres de Israel y dijeron a los
de Judá: Nosotros tenemos en el
rey diez partes, y en el mismo
David más derecho que voso-
tros. ¿Por qué, pues, nos habéis
tenido en poco? ¿No hablamos
nosotros primero de hacer volver
a nuestro rey? Y las palabras de
los hombres de Judá fueron más
severas que las de los hombres
de Israel.
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